¡Alerta máxima desde la ONU! Décadas de avances en la protección de los bosques —esos héroes silenciosos que absorben CO₂ y regulan el clima— están en grave riesgo por la crisis climática acelerada. En la región Europa-Norteamérica-Asia Central, supervisada por la CEPE, los bosques han crecido 60 millones de hectáreas desde 1990 y su almacenamiento de carbono subió un 11%. Pero incendios feroces, sequías implacables y plagas voraces amenazan con revertir todo. “No podemos perder la defensa natural más poderosa del planeta”, advierte Tatiana Molcean, jefa de la CEPE, llamando a líderes mundiales a actuar antes de la COP30 en Belém, Brasil.
Los números asustan y no mienten: en 2021 solo, ardieron 12,6 millones de hectáreas (¡como todo Grecia!) y 73 millones sufrieron insectos y enfermedades (equivalente a España + Portugal). Los bosques boreales, con el 32% del carbono terrestre, son especialmente vulnerables al deshielo del permafrost y fuegos catastróficos. Si las tendencias siguen, estos sumideros de carbono podrían volverse emisores netos, torpedeando metas climáticas globales. Paola Deda, de la CEPE, resalta que el crecimiento forestal se frena, los ecosistemas llegan a sus límites y la sobreexplotación acecha con daños irreversibles.
La buena noticia es que aún hay tiempo para un giro heroico: más prevención de incendios, control de plagas, restauración masiva y prioridades claras para que los bosques sigan regalándonos oxígeno, biodiversidad y estabilidad. Rusia, con la mayor superficie boscosa mundial, recuerda que el norte también es clave. De cara a la COP30, la CEPE pide estrategias audaces y apoyo global.
