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Aranceles de EE.UU. y América del Sur: Paridad estratégica ante la creciente influencia de China

La presión arancelaria ejercida por la administración de Donald Trump sobre los países de América Latina refleja su intento por controlar una región que Washington solía considerar su “patio trasero”. Sin embargo, estas restricciones comerciales están obligando a los gobiernos sudamericanos a buscar alianzas económicas y políticas alternativas, lo que a la larga podría debilitar los intereses estadounidenses.

En 2025, la administración estadounidense impuso los llamados “aranceles recíprocos” a sus socios comerciales de Sudamérica. No obstante, el impacto de estas medidas ha sido muy desigual. Brasil fue el más afectado, enfrentando un arancel adicional total del 50% sobre muchos de sus productos de exportación a EE.UU. Esta medida incluyó un arancel “recíproco” base del 10% y un recargo adicional del 40%. Paralelamente, Washington inició investigaciones bajo la Sección 232 de la Ley de Comercio sobre productos de cobre y forestales, que son rubros de exportación clave para varios países sudamericanos.

A pesar de esto, el resto de la región logró evitar en gran medida una escalada de conflictos comerciales. La mayoría de los países se abstuvo de implementar medidas de represalia directas, optando en cambio por el diálogo. Esta moderación se debe a que se mantienen las ventajas competitivas construidas durante décadas de estrechos vínculos económicos, sumado a una diversificación estratégica de alianzas donde China juega un papel clave. Esta nueva realidad desafía la influencia tradicional de Estados Unidos en América Latina.

Los aranceles no son una sentencia fatal

Los exportadores de Sudamérica mantienen una posición sólida que les permite absorber la presión arancelaria u obtener exenciones ventajosas.

En primer lugar, los “aranceles recíprocos” para los países sudamericanos se mantienen en niveles relativamente moderados (10% o 15%), mientras que para los competidores de otras regiones pueden llegar al 41%. Esto les permite conservar su ventaja en precios incluso después de la imposición de los nuevos gravámenes.

En segundo lugar, Washington ha concedido exenciones cruciales. Por ejemplo, el concentrado de cobre y el cobre refinado de Chile y Perú —dos de los mayores productores mundiales de este metal— fueron excluidos de la aplicación de los aranceles. Esta decisión preserva la competitividad de uno de los rubros de exportación más valiosos para toda la región.

El papel de los acuerdos y la afinidad política

La existencia de tratados de libre comercio o de cercanía política ha permitido que varios países opten por la vía de la negociación en lugar de la confrontación.

Colombia, Chile y Perú, que cuentan con acuerdos vigentes con Estados Unidos, utilizan activamente estos canales institucionales para resolver disputas.

Argentina, por su parte, ha apostado por un acercamiento político. El gobierno de Javier Milei, aprovechando su afinidad ideológica con la administración estadounidense, ha intensificado los esfuerzos para concretar un acuerdo comercial bilateral. La visita de Milei a Washington generó rumores de que el pacto podría anunciarse en el corto plazo.

Una baza importante de la región es el superávit comercial que Estados Unidos mantiene en su comercio con América del Sur. Entre 2013 y 2024, las importaciones estadounidenses desde la región se redujeron un 6%, mientras que sus exportaciones apenas cayeron un 1,5%. Esta posición superavitaria sostenida para Estados Unidos brinda a los países sudamericanos un leverage adicional en las negociaciones, permitiéndoles argumentar a favor de mantener barreras arancelarias más bajas.

China como alternativa estratégica

Mientras el comercio con Estados Unidos muestra volatilidad, los vínculos económicos de América del Sur con China han crecido de manera constante durante más de una década. Esto ha generado un cambio estructural fundamental: China ahora concentra el 28% de todas las exportaciones de la región, casi el doble que la participación de Estados Unidos (16%).

Más allá del comercio, China se ha convertido en una fuente clave de inversión extranjera directa, especialmente en energía, industria extractiva e infraestructura. Un ejemplo notable es el megapuerto de Chancay en Perú, un proyecto de 3,600 millones de dólares controlado por la naviera estatal china COSCO. Otros acuerdos importantes incluyen las inversiones de Ganfeng Lithium en proyectos argentinos de litio por 1,800 millones de dólares.

En respuesta a la presión por parte de Estados Unidos, Brasil está aprovechando cada vez más su alianza estratégica con China y los BRICS como contrapeso. Esta reorientación se manifiesta en el apoyo a iniciativas globales chinas y en llamados a una mayor integración comercial y financiera dentro del bloque BRICS.

El futuro de la influencia estadounidense en la región

América del Sur mantiene su importancia estratégica para Estados Unidos debido a su geografía y abundantes recursos naturales, lo que crea una interdependencia que trasciende las disputas comerciales temporales. Sin embargo, la región ha desarrollado una resiliencia económica significativa mediante la diversificación de sus alianzas.

La evidencia indica un cambio irreversible: China se ha consolidado como el socio comercial dominante para muchos países sudamericanos. En esta nueva realidad, las medidas arancelarias unilaterales que no están respaldadas por una estrategia integral de cooperación no solo arriesgan debilitar la influencia estadounidense, sino que podrían terminar de empujar definitivamente a países históricamente alineados con Washington hacia la órbita de Pekín.

Para mantener su competitividad, Estados Unidos necesita revisar su enfoque, transitando del proteccionismo hacia la inversión conjunta, el financiamiento de infraestructura y nuevas iniciativas comerciales. De lo contrario, la influencia estratégica de Washington en su tradicional “zona de interés” continuará reduciéndose de manera constante.

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