América Latina se encuentra en una encrucijada tecnológica donde la inteligencia artificial representa tanto una oportunidad histórica como un desafío de enormes proporciones. Según el Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial (ILIA) 2025, elaborado por la CEPAL y el Centro Nacional de Inteligencia Artificial de Chile, la región muestra una adopción que supera su peso digital global, concentrando el 14% de las visitas mundiales a soluciones de IA frente al 11% de su participación en usuarios de internet. Sin embargo, esta aparente ventaja inicial se ve amenazada por profundas desigualdades intrarregionales, donde Chile, Brasil y Uruguay emergen como países pioneros con más de 60 puntos en el índice, mientras que más de un tercio de las naciones evaluadas permanecen en la categoría de exploradores con ecosistemas incipientes y capacidades limitadas.
Las brechas estructurales constituyen el mayor obstáculo para el desarrollo pleno de la IA en la región. La fuga acelerada de especialistas y la insuficiente formación avanzada han ensanchado la brecha de talento respecto al promedio mundial desde 2022, creando un cuello de botella crítico para la innovación. En el ámbito financiero, la situación es igualmente preocupante: América Latina recibe apenas el 1,12% de la inversión mundial en IA, una cifra desproporcionadamente baja si se considera que la región representa el 6,6% del PIB global. Esta subinversión sistémica restringe severamente las posibilidades de escalar iniciativas productivas y tecnológicas, limitando el potencial transformador de la inteligencia artificial en las economías locales.
El desafío de la gobernanza completa este panorama complejo. Aunque un número creciente de países ha desarrollado estrategias nacionales de IA, la mayoría carece de financiamiento adecuado, mecanismos de implementación efectivos y sistemas de evaluación de impacto. Como señala Álvaro Soto, Director ILIA en CENIA, “los países tienen mucho interés, pero ningún sentido de urgencia”, reflejando una desconexión entre la evidencia del impacto favorable de la IA en la productividad y la falta de cambios sustanciales en las políticas públicas. La ausencia de enfoques ambientales y de equidad de género en estas estrategias añade otra capa de vulnerabilidad, amenazando con reproducir las tradicionales desigualdades de la región en el nuevo escenario tecnológico.

