La COP30, celebrada del 10 al 22 de noviembre de 2025 en Belém (Brasil), concluyó este sábado con un documento final aprobado por consenso que omite cualquier referencia explícita a la transición lejos de los combustibles fósiles, pese a la presión de la Unión Europea, Colombia, Francia y España. El texto principal, presentado por la presidencia brasileña, se centra en aumentar la ambición climática global y reafirma el compromiso con el Acuerdo de París y el límite de 1,5 °C, pero su vaguedad en temas clave ha sido criticada como un retroceso frente a la COP28 (Dubái, 2023), donde se mencionó por primera vez la “transición alejada” de hidrocarburos.
Ausencia de combustibles fósiles y compensaciones prometidas
El presidente de la conferencia, André Corrêa do Lago, reconoció en la sesión plenaria de clausura que “algunos países tenían mayores ambiciones” y se comprometió a crear dos “hojas de ruta” no vinculantes: una para la transición energética y otra para revertir la deforestación, priorizando la Amazonía. Esta omisión —que Brasil atribuye a lograr consenso entre 198 naciones— contrasta con la insistencia europea en incluir lenguaje claro sobre abandonar petróleo, gas y carbón, esenciales para el 80 % de las emisiones globales. ONG como Greenpeace y WWF la tildaron de “decepcionante” y “oportunismo fósil”, argumentando que diluye la urgencia ante olas de calor y huracanes extremos.
Financiamiento y adaptación: Avances limitados pero concretos
En financiamiento climático, el acuerdo mantiene el pacto de la COP29 (Bakú, 2024): urge a los países ricos a avanzar hacia los 300.000 millones de dólares anuales para naciones en desarrollo hasta 2035, pero sin plazos firmes ni mecanismos de cumplimiento. Brasil celebró el “progreso” en adaptación, aprobando una lista definitiva de “indicadores” para medir avances en resiliencia —como protección costera y agricultura sostenible—, un paso técnico que la ONU califica de “hito operativo”. Sin embargo, el texto ignora demandas de “pérdidas y daños” para países vulnerables, postergándolas a la COP31 (Brasil, 2026).
Reacciones: Entre optimismo brasileño y decepción global
Corrêa do Lago aplaudió el consenso como “victoria de la diplomacia amazónica”, destacando compromisos de Brasil para reducir deforestación en 50 % para 2030. Lula da Silva, anfitrión, enfatizó: “El cambio climático es una preocupación común de la humanidad”. Críticos como Greta Thunberg lo llamaron “lavado verde”, y la UE lamentó la “ausencia de ambición”. En X, #COP30Fail suma 800.000 menciones, con memes de “hojas de ruta al vacío”. A pesar de todo, la cumbre avanzó en salud climática (300 millones de dólares filantrópicos) y género, dejando Belém como un puente ambiguo hacia la acción real.

